En el rincón más oculto de la fantasía, la realidad baila una danza macabra con la ficción y los recuerdos disfrutan sus días cortejando a los deseos, que juegan caprichosos por los bucólicos jardines del palacio de la esperanza. Allí todo tiene un lugar donde reposar como una gota de agua que se funde al caer en el mar. Os doy la bienvenida a un mundo donde el caos cobra armonía... esto es el mundo de Doblezero.

lunes, 23 de agosto de 2010

Recuerdos y tulipanes (2)


Sin embargo, cayó en la cuenta de que aquel sufrimiento reforzaría, todavía más, la heroicidad de su vida. Así, movida por el egoísmo de quien sabe que todo su esfuerzo será reconocido, aún pudiendo vanagloriarse sacando a la luz su “humildad” y su “desinterés”, sus dedos se tensaron clavando las uñas de sus manos en el sucio y resbaladizo asfalto, iniciando toda una liturgia con su cuerpo: sus codos rasgaban el asfalto impulsando, con la ayuda de sus caderas, aquel cuerpo semialetargado, e inútil para llevar a término lo que deseaba en aquel momento: escapar de la muerte y conseguir...
-Veamos, señorita Belladona, ¿podría dejarse usted de tanto discurso barato y comenzar a exponer lo que sucedió con los archivos y cuál es el paradero de la doctora Velázquez?
Queridos amigos, ya que el magistrado del caso Velázquez, el “ilustre” doctor don Enrique Forbes de Araujo, ha decidido cortar de improvisto el transcurrir de mi exposición con la escasa amabilidad y la denostada impaciencia que posee un magistrado con una treintena de años desempeñando el mismo cargo, debo hacer gala del tiempo que el dios Cronos (y digo Cronos porque hoy en día no se puede nombrar al verdadero creador del tiempo) me brinda y comenzar por lo que debería haber hecho al empezar a relatar estas páginas: darme a conocer.
Mi nombre es Silvia Belladona. El segundo apellido no lo he nombrado ni, por supuesto, voy a hacerlo, al igual que tampoco os he dicho mi verdadero nombre. No porque quiera ser conocida por mi prepotencia (aunque evitando juicios valorativos, que no son necesarios para el fin que buscamos ahora, tampoco doy por supuesto que no tenga la susodicha prepotencia) ni mucho menos porque estime probable que se vaya a hacer equivaler mi parca personalidad a la del más excéntrico superhéroe.
En fin, para evitar la rimbombancia verborreica que hace cuestión de segundos despertó el ánimo e hizo claudicar la paciencia del magistrado, me limitaré a aclarar lo que seguramente ya circula por la mente de tan ávidos lectores, y es que, el no manifestar el apelativo por el que mis padres me dieron a conocer a la sociedad es simplemente para poder sobrevivir en este mundo donde el poder se confunde con la corrupción y la justicia con su contrario.

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