En el rincón más oculto de la fantasía, la realidad baila una danza macabra con la ficción y los recuerdos disfrutan sus días cortejando a los deseos, que juegan caprichosos por los bucólicos jardines del palacio de la esperanza. Allí todo tiene un lugar donde reposar como una gota de agua que se funde al caer en el mar. Os doy la bienvenida a un mundo donde el caos cobra armonía... esto es el mundo de Doblezero.

sábado, 21 de agosto de 2010

Funny Games (lo mejor de Michael Haneke)


Funny Games es la representación de una película tanto extraordinaria, original, entretenida... como dramática, dura, sanguinaria, cruel... pero que, al fin y al cabo, encierra un mensaje severo y claro, que podemos entender en clave de metáfora: es una crítica a las nuevas propuestas cinematográficas, donde la violencia es gratuita y no encierra más que un sinsentido total, y que, pese a ello, entretiene y divierte a los espectadores, quienes se recrean en el dolor ajeno sin el menor atisvo de compasión...
Michael Haneke nos presenta una obra con un guión muy cuidado, en el que los protagonistas realizan unas interpretaciones tan puramente realistas, que dotan a la película de unos niveles de tensión que solo son posibles de entender llevando a cabo el visionado del film. Y, con gran pena por tener que contradecir al maestro del suspense, tengo que decir que en esta película se demuestra que la tesis de Alfred Hitchcock, por la cual afirmaba que en las películas no se debe trabajar con niños, es errónea, ya que el niño protagonista de esta obra ya supone una excepción.
Es especialmente relevante la caracterización de los allanadores, que suponen, curiosamente, uno la antítesis del otro: moreno, delgado, frío y calculador, por un lado; rubio, gordo, bobo y sentimental, por otro... pero, unidos por el carácter sanguinario y despiadado.
spoiler:


Ni que decir tiene que el agobio del espectador está asegurado, sobre todo en el momento de clímax de la película, cuando los secuestradores asesinan al niño mientras padre y madre observan, aterrados y paralizados por el sufrimiento, como cae el cuerpo, ya sin vida, de su vástago.
Para dar rienda suelta al morbo y a la fantasía de los espectadores, Haneke realiza un hábil juego de imagenes mediante las cuales evita, a través de pequeños detalles, la grabación explícita de las secuencias violentas. Así podemos observar una pelota de golf que intuye el fatídico desenlace, o una televisión que nos sitúa fuera de la acción principal en el momento del primer disparo...
Pero, sin duda, lo más bello y a la vez repulsivo de la película, es la capacidad de manejar a la familia, como si de títeres se tratase, de que el director dota a los asesinos: el desenlace fatal ya está decidido, y si alguien intenta cambiarlo, basta con rebobinar la escena.
Por si no quedaba claro que era una crítica, Haneke nos demuestra ese hecho a través de la boca de los secuestradores, que intentan entablar diálogo con el espectador, pidiendo, incluso, su consejo.
Como punto de contrapartida podemos afirmar que en algunas escenas el director intenta realzar tanto el dramatismo, que las alarga tanto que llegan a ser tediosas: la escena de los créditos iniciales, las esperas en el hall de entrada o la susodicha escena del marido y la mujer ante el cadáver de su hijo... son pruebas de ello; aunque, haciendo gala del control que tiene sobre su obra, Haneke nos pone de manifiesto su maestría aportándole el dinamismo necesario en las escenas de las huídas.
Sin duda, es una película imprescindible para los amantes del suspense.

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