En el rincón más oculto de la fantasía, la realidad baila una danza macabra con la ficción y los recuerdos disfrutan sus días cortejando a los deseos, que juegan caprichosos por los bucólicos jardines del palacio de la esperanza. Allí todo tiene un lugar donde reposar como una gota de agua que se funde al caer en el mar. Os doy la bienvenida a un mundo donde el caos cobra armonía... esto es el mundo de Doblezero.

jueves, 5 de enero de 2012

De la ignea ligadura

El devenir del tiempo jamás cesa en su singular batalla, en la que sigilosamente va estrangulando los minutos y segundos, los cuales van muriendo poco a poco a su paso. Sin embargo, algunos de ellos sobreviven precariamente a través de los recuerdos. Mas uno de ellos, el más anciano e intrépido de todos, logró escapar de la funesta matanza y en una melodiosa sinfonía que me transmitió a través de los sueños me hizo testigo de las grandes hazañas llevadas a cabo por el Creador tras darle a él la vida. Sea, por tanto, recogido, también, en estos lumínicos caracteres, que serán grabados para la posteridad o caerán víctimas de las imparables fauces del tiempo. Sea como fuere, cómplice te hago de mi osadía al hacerte participe en la lectura de estas líneas.
No estando el Padre satisfecho de dejar a sus hijos indefensos ante el gélido invierno del pecado que ellos mismos dejaron entrar en sus hogares, decidió enviar a la tierra a un ángel por cada criaturita que viese la luz del sol. Temeroso de que con su encanto particular sedujesen a los hombres coartando su libertad, decidió sellarles los labios y dotarlos de portentosas alas para que, con ellas, pudiesen avivar el fuego que arde en el corazón de cada persona cuando este amenazase con apagarse.
Pero vio Dios que los hombres no eran capaces de sentir la llama de su Espíritu que arde con sempiterna pasión. Por ello, de lo más íntimo de su corazón surgió una fugaz idea que sería la clave para cambiar el porvenir de aquellos seres llamados a la extinción. Para que pudiesen fundir sus corazones en la llama imperecedera de la santidad les enviaría a unas nuevas criaturas, dotadas con las propiedades de los ángeles, pero de aparente forma humana. Así, en la medida en que los hombres se sintiesen identificados con esas criaturas, podrían ascender imparables hacia la lumbre que de Él dimana.
He de confesar que mis categorías mentales no estaban predispuestas a aceptar con decoro la irrupción de esa inesperada teoría en su hogar y, sin embargo, ahora es la emperatriz que gobierna sobre todas ellas. Es así, porque lo fantasioso se tornó real, lo ideal se hizo palpable. He conocido a estos nuevos ángeles, aunque toda mi vida ignoré su existencia. Viven entre nosotros, conectados con un hilo invisible que atraviesa sus corazones y les hace estar en comunión con Aquel que se encargó de hilvanarlos.
Y es que, el 29 y 30 de diciembre de 2011 pude experimentar el sueño. El hilo se me hizo visible, porque entretejido entre los muros de un humilde monasterio en Oropesa formaba una gran red de virtud y santidad que ni el más tosco de todos los hombres podría llegar a no percibir. Me así fuertemente a aquel filamento del que no quisiese soltarme, porque cautivadoras angelitas vestidas de cielo, algunas de las cuales escribieron en el libro de mi vida, se encargaron de ofrecérmelo mezclado con el testimonio de una vida ejemplar.
Descubrí que muchos ángeles han grabado con fuego en mi piel el destino al que quisiese que llegasen mis pasos. Que no sólo en aquel monasterio se juntaba el cielo y la tierra, aunque nunca hubiese atisbado tamaña intensidad como la que vi entre aquellas paredes.


Y me di cuenta de que muchas piezas encajaban, que mi pecho se tensaba y el corazón rasgaba sus fibras con el esfuerzo porque en él estaba engarzado un clavo irrompible al que ataron un extremo de ese hilo. Entendí el por qué de mi impulso por ir a parar a aquel recóndito lugar perdido entre montañas. Supe que alguien que estaba allí conmigo aquel día me había disparado ese clavo y que lo había unido a su corazón para compartir un mismo destino. Sentí que el Padre de todos me había enviado un ángel con el que compartir mi alma por el vínculo de la amistad. Y aquí estoy, atado eternamente a aquellos corazones por un hilo ardiente cuya llama imperecedera brota del corazón de Dios y del que deseo tirar y tirar para poder acercarme cada vez más a la santidad de mi ángel y poder descubrir la viva llama de calor eterno.

miércoles, 30 de marzo de 2011

¡Por ti, mi Reina!

En los albores de la creación Dios ha creado un gran tapete oscuro sobre el que ha bordado un sinfín de dorados artificios que hacen que los hombres alcemos nuestras pupilas admirados por la hermosura que la Palabra de Dios crea armónicamente donde antes sólo había caos. Cierto es, sin duda, que tal efecto producen las estrellas en aquel que las contempla y no menos cierto que análogamente algo similar ha sucedido en el recipiente de mis ideas, lo que ha provocado una prolongada ausencia que dejó este blog sin timonel ni capitán, dígase navegando sin horizonte por la red, dígase vagando sin rumbo hacia el gran precipicio cuyo nombre es olvido.
Hablábamos del caos en los albores de la creación y hablamos, ahora, de caos en los aposentos de mi sesera, de un tiránico reinado que provocó la autarquía y el monopolio sobre mi cadena de neuronas, paralizando la producción de ideas. Diversas ocupaciones han centrado mi atención todos estos días; sin embargo, aquel melancólico capitán añoraba a aquel su preciado navío al que había dejado vagar por el limbo de los justos.
Pero he ahí que encontré dentro de esa oscuridad reinante un pequeño lucero que me permitió ver, de nuevo, pequeñas estrellas en el horizonte que ponen ahora fin a la dictadura de esa oscuridad en mis ideas.
Ha sido el más hermoso de todos los luceros, la Estrella de los Mares, quien ha permitido, con su belleza cargada de la luz del alba, que mis ojos se enfoquen con nitidez poniendo fin a esta desesperante miopía. Me refiero a María, a la Virgen María, ante quien solo cabe rendirse preso de la admiración o escapar como un cobarde cosaco.
Y es que, hace días lo que unos llaman destino y lo que yo llamo Providencia, me ha conducido a pisar la tierra de un pequeñito rincón del planeta sobre el que se posaron los incrédulos piececitos de tres jóvenes pastorcillos que con sus ojos pudieron contemplar a la madre de Dios en toda su belleza. Pequeño es el lugar que ocupa en la tierra, pero grande es, sin embargo, la extensión de la que es dueña en los corazones de muchos. Fátima se llama aquel sitio.
Entre aquellos verdes jardines que para mi se tornaron, por momentos, las vivas expresiones del Edén, sobre las cuales brillaban blancas flores como si de preciado maná se tratase, hallé, en aquellos instantes, una confortable sensación en la que confluía la detención del tiempo y una paz que se filtraba desde el ambiente por los poros de mi piel.
Daría mis más preciados tesoros por poder condensar aquella mágica sensación como en una instantánea donde quedase impreso en mi alma aquel gran don que Dios me ha regalado.
Pero, no anduve solo en este camino interior; al contrario, muchos viandantes compartieron mi caminar sirviéndome de bastón de apoyo en los momentos de cojera. En mi retina quedaron grabadas con el fuego del cariño las más notables características de aquellos caminantes que compartían parte de mi destino: el inagotable destello de una omnipresente sonrisa, el oído atento de un buen consejero, la palabra amable de un servidor del Amor, la bondad oculta tras una máscara de irritación, los designios de Dios simbolizados en una entrega, la ternura de un amigo que me tendió su mano para convertirse en un hermano y los ojos azules en los cuales vi reflejado el azul del cielo; lógico es pensar que esta última no es característica a destacar, y cierto es que no estaría incluida en estas líneas si no fuese porque este resplandor de las delicias celestes provenían del interior de aquel menudo cuerpo donde el Señor decidió establecer su morada.
Y así pueda quedar todo en mi retina por años incontables.
¡Por Ti, mi Reina, la sangre dar!

lunes, 8 de noviembre de 2010

Nacionalismos

Corre, huye, se escapa... pese a que intento sin desmayo hacer al tiempo cautivo de estos coloridos renglones, siempre consigue posponer mi desdichada osadía haciéndome partícipe y esclavo de sus propias andaduras. Como el más vetusto de todos los ancianos de la creación ha jurado compartir las alegrías y compadecerse de las angustias de todos los hombres.
Suya es la batuta que dirige el ritmo del universo, que ordena el color de los campos y el oscurecimiento de los mismos, el cándido verdor y el desértico yermo, el día y la noche, la vida y la muerte...
Ahora, en esta época del año, la arena de las playas se parece a la del desierto; las terrazas de los bares solo se llenan de gotas de lluvia; los parques esbozan un canto fúnebre entonado por los chirríos de los columpios que son empujados por el viento; las calles nocturnas, más que nunca, escuchan el eco del silencio que permanece sonámbulo.
El caso es que muchos "sabidillos" de hoy en día atribuirían este devenir cronológico a la diosa madre tierra, a Gaia o a algún dios celta... Todo esto alzando los puños hacia el horizonte mientras se esconden tras efímeros trozos de tela por los que estarían dispuestos a verter su sangre, la tinta corrosiva que se disfraza de heroísmo en las páginas de la historia. Su tesoro es la tradición; y, ciertamente ha de ser un gran tesoro, dado que su brillo cegador hace que dimane un hálito de leyenda de toda esa manifestación histórica; aunque, pensándolo bien, el halo que brilla es la historia sobre el gran imperio de la leyenda. La mejor arma es, sin duda, la lengua, que como todo el arsenal mundial actual se forja en los laboratorios; y, para evitar incursiones de extraños goza de un sistema de encriptación potentísimo, de modo que, cuanto más evolucionada está la lengua más aumenta, hoy en día, la imposibilidad de descifrarla.
Pero no, no son los misiles de la carrera armamentística de la Guerra Fría. Estos artefactos que citábamos tienen la noble finalidad de la defensa de la “patria”. ¡Oh, sí! La erección de una cultura superior, la hegemonía territorial de una sociedad sobre cuatro montes y dos colinas. Al fin y al cabo, este separatismo cultural o étnico se asienta sobre grandes precedentes, que serán fieles corceles sobre los que cabalga la historia: he ahí el orgullo de la raza aria; o, qué mejor ejemplo de persuasión que los gulags soviéticos; sea como fuere, el objetivo es idéntico: ensalzar a un grupo por encima de los demás.
Es triste saber que estamos abocados a ser unos eternos miopes. Intentamos vislumbrar a la persona en su unidad radical para hacerla centro gravitatorio de nuestro pensamiento; y, sin embargo, sólo podemos percibir una tenue luz borrosa, que son los factores externos al hombre, lo que conlleva que se pierda aquel centro gravitatorio, propiciándonos un potente batacazo.
Descifro el jeroglífico: el orgullo nacionalista, el patriotismo o cualquier otra manifestación de narcisismo comunitario solo se fija en elementos de unión, de acercamiento, de fraternidad o simplemente de complicidad ínfimos; suponen la cumbre de un enorme iceberg, cuando toda la vorágine gélida que se oculta en lo más hondo es lo verdaderamente importante.
Es cierto, hay que respetar las culturas, pero no como elementos de desunión. Qué más da si somos blancos o de color, hombres o mujeres, autosuficientes o dependientes, jóvenes o ancianos... ¿por qué hacer distinciones? ¿a qué viene tanto separatismo? ¿qué significa una bandera si el único que puede compartir tus alegrías y tus penas es tu hermano?
Dios mismo bajó a la tierra a unirnos a todos, a proclamar la igualdad de nuestra dignidad, a suprimir nuestras divisiones... y, ¿cómo respondemos nosotros? Creando diferencias...
A este ritmo, queridos amigos, llegaremos a hacer posible lo que irónicamente preconizan los anuncios de IKEA, que nos invitan a construir la República Independiente de Nuestra Casa.
¡Viva la Revolución! Y a ver cómo acabamos...

jueves, 7 de octubre de 2010

¡Viene el Papa!

Y los rotuladores que disipan los colores de los calendarios comienzan a correr raudos hacia las inagotables filas del INEM, tan de moda hoy en día.
Suele decirse, por endulzar las páginas de revistas y periódicos, que ningún líder político puede hacer que tanta gente dilate las telas y tense las cremalleras de sus maletas para transportar sus anhelos y esperanzas a los recovecos más ocultos del planeta. ¡Oh, cuan gran ingenio! ¡Qué gran descubrimiento! ¡Y, que supina barbaridad!
Tampoco hemos de ser ingenuos soltando de sus cadenas a la ignorancia; más bien dejemos volar la evidencia dándonos cuenta de que sí, algunos personajes públicos, especialmente los embaucadores, manipuladores, sofistas... ¡ah, que me desvío! Me ha obstaculizado el subconsciente; en fin, en especial los del mundo político, canalizan sus esfuerzos para aumentar el caudal de su fama, estancada por la seguridad del embalse de la popularidad y que, a su vez, se refuerza con el argamaso del prestigio social, engañando como un espejismo los ojos, siempre carentes de análisis crítico, de las masas sociales. Cierto, cierto... haberlos hailos, pero no son sino una supurante fístula (discúlpese esta desagradable imagen) que se desglosa como un tumor en metástasis en el gran cuerpo que forman los innumerables fieles que se congregan para el mismo fin (parece menester cambiar de tema para evitar las náuseas).
Ahora bien, tras este pequeño excursus retomemos el hilo de la cuestión para seguir tejiendo sobre aquel esbozo que antes trazábamos. Esto es, dejemos a periodistas y literatos con sus elucubraciones y caminemos hacia el horizonte para percibir con mayor claridad la verdadera realidad, la fe, que mueve a un sinfín de personas, tanto jóvenes como adultos o ancianos a congregarse en torno a un solo personaje.
Quieren hacernos entender que lo que atrae a esas “hormiguitas” hacia su gran “hormiga reina” es el poder que emana del tamaño de su influencia social o del aroma a popularidad que brota a través de los poros de la piel de los medios de comunicación. ¡Qué absurda exhortación! ¡Qué arenga más pueril! Podrían cuidarse más las palabras que se utilizarán a continuación pero, de nuevo me va a fallar el subconsciente; ¡ah, no, si lo permito no se trata de subconsciente! Bah, a lo que íbamos: quien congrega es Cristo, por quien se sacrifican los fieles es por Cristo... a quien todos desean ver es al vicario de Cristo, y no por ser vicario, sino por ser el representante de Cristo en la tierra. ¿A quién le importan las palabras de un anciano que pronto comenzará a entablar una dialéctica con el fin de sus años? ¿Quién puede admirar a un hombre que como mucho iguala en belleza al enano gruñón de Blancanieves? ¿A quién le importan las palabras de aquel que pergeñando retahílas de párrafos puede hacer llorar a las rocas? Y, sin embargo, los jóvenes admiran a ese anciano; su belleza física permanece velada tras el gran telón de la belleza intelectual; y, la fortaleza del aburrimiento es sitiada por la verdad que imprime en sus palabras.
¡Oh, no!... no iremos a Santiago de Compostela a ver a otro soporífero intelectual; tampoco queremos ver a un ídolo al que imitar (aunque bueno sería)... lo que verdaderamente queremos sentir es el candor de un simple instrumento, de un humilde canal, por el que suena la armonía siempre agradable del canto que el Espíritu Santo compone eternamente para su Pueblo.
¡Enteraos ya! El Señor nos llama y nos reúne y está en medio de nosotros. ¿Viva el Papa? ¿VIVA EL PAPA? ¡Bobadas! ¡VIVA CRISTO! ¡VIVE CRISTO! Porque solo Él es capaz de donarnos a una humilde y sencilla persona que siendo siervo de todos sea, a su vez, la persona más admirada del planeta.
¡Que engañen a otro!

domingo, 19 de septiembre de 2010

Soy cristiano

Así es, has leído bien el título: soy cristiano. Lo he vuelto a repetir; si te he ofendido con ello, estimado lector, te pido disculpas, ya que no era mi intención herir tus sentimientos, al igual que los crucifijos que cuelgan (o que en la mayor parte de los casos, colgaban) en las aulas, despachos o recepciones tampoco pretenden que nadie se sienta (o sintiese) incómodo. Si, por la contra, te sientes identificado/a con estas palabras, quizás formes parte de un grupo de valientes del cual me enorgullezco de ser partidario; sí, sí, de valientes he dicho, y me jacto de ello aunque, como dice un amigo mío, formamos parte de una selecta minoría que va en decrecimiento (sea dicho, de paso, que no estoy de acuerdo con ello; será que confío en la Providencia o quizás, simplemente, que me gusta llevar la contraria).
El caso es que los medios de comunicación a modo de músculos y el abuso de poder como su articulación principal dan consistencia a un gran sistema vertebrado cuyo esqueleto no es otro que destruir todo atisbo de trascendencia en el ser humano. Con el bisturí de la manipulación pretenden diseccionar nuestro baúl interior, donde están guardados, entre otras cosas, nuestros valores. ¡Qué pobres infelices somos! Al fin y al cabo, los hombres hemos hecho zarpar el barco del poder y, ahora, el propio barco, como si de un espectro fantasma se tratase, se alza en rebelión contra su propio capitán.
Nuestras mentes se están convirtiendo en unidades virtuales carentes de todo tipo de información; estamos en manos de un gran hacker que está destrozando nuestra CPU con el gran virus del sinsentido; el cual, penetra, a la velocidad de la luz, por la gran red de la sociedad. Existe un potente antivirus, un indestructible candado que puede hacer de aquel baúl de los valores un bastión inexpugnable: su nombre es Dios; no está patentado por Microsoft ni por Apple y tampoco pertenece al amplio espectro de software libre de Linux. Sin embargo, te aseguro que ofrece una calidad sin parangón y tiene garantía ilimitada; puedes disponer del servicio técnico las 24 horas del día y, si no quedas satisfecho con las prestaciones obtenidas, no sólo te devuelven lo que has invertido, sino que, para mejorar la rentabilidad, proporciona un gran número de intereses.
Para su obtención basta con un simple registro que se realiza a través de la conversión de corazón y es suficiente con la aceptación de los términos legales, como es habitual en los registros. Para completar la información puedo resumir estos términos legales en las dos exigencias principales: fidelidad y oración. Solo el proveedor oficial del producto, y en situaciones especiales un intermediario, el sacerdote, podrán tener acceso a tu I.P., a la que llamaremos, por si alguien desconoce estos términos informáticos, conciencia. Y, claro está, tienen opciones extra como es la posibilidad de obtención de datos personales en función de una comunicación a terceros. Esta función, optativa, recibe el nombre de testimonio, y, si bien es voluntaria, también es muy recomendable.
No soy el mayor conocedor del producto pero, como se aprecia obviamente, estoy muy satisfecho con los resultados obtenidos. Te invito, amigo/a a que colabores en esta campaña de marketing. Los fabricantes de aquel gran virus que citábamos intentan, con todos los medios posibles, destruir esta campaña, de ahí que comenzasen por eliminar los logotipos de la marca, que no son otra cosa que los crucifijos que nombrábamos al comienzo de estas líneas. ¡Pobres de ellos! No se dan cuenta, por ejemplo, de que, aunque a alguien le quiten todas las fotos de su familia, en lo más hondo del recuerdo y en la alacena del sentimiento, que cuelga en la estantería del corazón, permanece sólidamente grabada la existencia de esa familia en su interior. Está claro, nos quieren quitar las representaciones de Dios; pero, Dios permanece para siempre.
Dicen que los cristianos vivimos de una fantasía, que Dios no existe. Podría ser, no lo se. Quizás tengan razón y, como niños pequeños, nos divertimos a través de un simple sueño. Es posible que no exista un Más Allá y que todo se acabe en el vacío. A lo mejor no existe nada y, simplemente, vivo feliz con mi fábula. Pero ¿y si se da la casualidad de que Dios existe de verdad? ¡Pobrecillos! Ellos se lo pierden.

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