En el rincón más oculto de la fantasía, la realidad baila una danza macabra con la ficción y los recuerdos disfrutan sus días cortejando a los deseos, que juegan caprichosos por los bucólicos jardines del palacio de la esperanza. Allí todo tiene un lugar donde reposar como una gota de agua que se funde al caer en el mar. Os doy la bienvenida a un mundo donde el caos cobra armonía... esto es el mundo de Doblezero.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Nacionalismos

Corre, huye, se escapa... pese a que intento sin desmayo hacer al tiempo cautivo de estos coloridos renglones, siempre consigue posponer mi desdichada osadía haciéndome partícipe y esclavo de sus propias andaduras. Como el más vetusto de todos los ancianos de la creación ha jurado compartir las alegrías y compadecerse de las angustias de todos los hombres.
Suya es la batuta que dirige el ritmo del universo, que ordena el color de los campos y el oscurecimiento de los mismos, el cándido verdor y el desértico yermo, el día y la noche, la vida y la muerte...
Ahora, en esta época del año, la arena de las playas se parece a la del desierto; las terrazas de los bares solo se llenan de gotas de lluvia; los parques esbozan un canto fúnebre entonado por los chirríos de los columpios que son empujados por el viento; las calles nocturnas, más que nunca, escuchan el eco del silencio que permanece sonámbulo.
El caso es que muchos "sabidillos" de hoy en día atribuirían este devenir cronológico a la diosa madre tierra, a Gaia o a algún dios celta... Todo esto alzando los puños hacia el horizonte mientras se esconden tras efímeros trozos de tela por los que estarían dispuestos a verter su sangre, la tinta corrosiva que se disfraza de heroísmo en las páginas de la historia. Su tesoro es la tradición; y, ciertamente ha de ser un gran tesoro, dado que su brillo cegador hace que dimane un hálito de leyenda de toda esa manifestación histórica; aunque, pensándolo bien, el halo que brilla es la historia sobre el gran imperio de la leyenda. La mejor arma es, sin duda, la lengua, que como todo el arsenal mundial actual se forja en los laboratorios; y, para evitar incursiones de extraños goza de un sistema de encriptación potentísimo, de modo que, cuanto más evolucionada está la lengua más aumenta, hoy en día, la imposibilidad de descifrarla.
Pero no, no son los misiles de la carrera armamentística de la Guerra Fría. Estos artefactos que citábamos tienen la noble finalidad de la defensa de la “patria”. ¡Oh, sí! La erección de una cultura superior, la hegemonía territorial de una sociedad sobre cuatro montes y dos colinas. Al fin y al cabo, este separatismo cultural o étnico se asienta sobre grandes precedentes, que serán fieles corceles sobre los que cabalga la historia: he ahí el orgullo de la raza aria; o, qué mejor ejemplo de persuasión que los gulags soviéticos; sea como fuere, el objetivo es idéntico: ensalzar a un grupo por encima de los demás.
Es triste saber que estamos abocados a ser unos eternos miopes. Intentamos vislumbrar a la persona en su unidad radical para hacerla centro gravitatorio de nuestro pensamiento; y, sin embargo, sólo podemos percibir una tenue luz borrosa, que son los factores externos al hombre, lo que conlleva que se pierda aquel centro gravitatorio, propiciándonos un potente batacazo.
Descifro el jeroglífico: el orgullo nacionalista, el patriotismo o cualquier otra manifestación de narcisismo comunitario solo se fija en elementos de unión, de acercamiento, de fraternidad o simplemente de complicidad ínfimos; suponen la cumbre de un enorme iceberg, cuando toda la vorágine gélida que se oculta en lo más hondo es lo verdaderamente importante.
Es cierto, hay que respetar las culturas, pero no como elementos de desunión. Qué más da si somos blancos o de color, hombres o mujeres, autosuficientes o dependientes, jóvenes o ancianos... ¿por qué hacer distinciones? ¿a qué viene tanto separatismo? ¿qué significa una bandera si el único que puede compartir tus alegrías y tus penas es tu hermano?
Dios mismo bajó a la tierra a unirnos a todos, a proclamar la igualdad de nuestra dignidad, a suprimir nuestras divisiones... y, ¿cómo respondemos nosotros? Creando diferencias...
A este ritmo, queridos amigos, llegaremos a hacer posible lo que irónicamente preconizan los anuncios de IKEA, que nos invitan a construir la República Independiente de Nuestra Casa.
¡Viva la Revolución! Y a ver cómo acabamos...

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