En el rincón más oculto de la fantasía, la realidad baila una danza macabra con la ficción y los recuerdos disfrutan sus días cortejando a los deseos, que juegan caprichosos por los bucólicos jardines del palacio de la esperanza. Allí todo tiene un lugar donde reposar como una gota de agua que se funde al caer en el mar. Os doy la bienvenida a un mundo donde el caos cobra armonía... esto es el mundo de Doblezero.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Una palabra de ánimo para C. I.

Los engranajes de los relojes siguen la infinita, contingente e infructífera persecución del tiempo. Mientras tanto, este pequeño blog continua su batalla incesante contra el gran monstruo que es el olvido.
El peregrinar de estos días encerraba en sí un camino lleno de manantiales con un agua límpida, dichosos de llenar estas líneas de ávidos y suculentos comentarios capaces de poner en vilo la atención de todo aquel que se dignase a leer estas líneas.
Pero, al contrario, en aquel mismo sendero no destacaba el brillo de la magia que ilumina las sonrisas; tampoco llamaban la atención las montañas de ilusión por unas vacaciones tardías que daban una vida nueva a muchas personas, ni los ríos de cultura que fluían a través de unas conferencias que reposaban, a veces, en los estanques del aburrimiento; lo que en verdad se alzó ante mis ojos como un escarpado barranco infranqueable fue la nimiedad de un desánimo; el desánimo de una persona querida que veía frustrada una esperanza.
Dicen que una mala acción, un juicio mal elaborado o una mala elección puede destruir una vida. Sea dicho, también, que no estoy de acuerdo con ello. Muy a la contra, creo que ningún camino puede conducir a un absurdo nihilismo, ni a la total desesperación. Incluso en el más frondoso de los bosques se puede hayar un haz de claridad. Incluso en el más arisco de los caminos podemos aprender a superar los obstáculos.
Porque la vida, a veces, es una mala compañera de aventuras; puede ser traicionera y desleal... Con ella, en fin, puedes darlo todo y acabar por no recibir nada; o, al menos, no recibir lo que esperabas a cambio por tu esfuerzo.
Sin embargo, has de ser consciente de que en ese constante panegírico donde lloras las penurias provocadas por el gran relámpago de la injusticia tus lágrimas no fluyen solitarias por tu faz. ¡No! En sintonía, como una misma harmonía que da lugar a un canto  unísono están las lágrimas de aquellos que sufren contigo; de aquellos que saben que por muy funesta e injusta que sea la vida, no es enemigo cuando no combates solo. Porque, luchando juntos, ni el mayor de los obstáculos puede hacernos frente.
¡Ánimo! Porque solo resbalando se aprende a patinar.

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