En el rincón más oculto de la fantasía, la realidad baila una danza macabra con la ficción y los recuerdos disfrutan sus días cortejando a los deseos, que juegan caprichosos por los bucólicos jardines del palacio de la esperanza. Allí todo tiene un lugar donde reposar como una gota de agua que se funde al caer en el mar. Os doy la bienvenida a un mundo donde el caos cobra armonía... esto es el mundo de Doblezero.

miércoles, 30 de marzo de 2011

¡Por ti, mi Reina!

En los albores de la creación Dios ha creado un gran tapete oscuro sobre el que ha bordado un sinfín de dorados artificios que hacen que los hombres alcemos nuestras pupilas admirados por la hermosura que la Palabra de Dios crea armónicamente donde antes sólo había caos. Cierto es, sin duda, que tal efecto producen las estrellas en aquel que las contempla y no menos cierto que análogamente algo similar ha sucedido en el recipiente de mis ideas, lo que ha provocado una prolongada ausencia que dejó este blog sin timonel ni capitán, dígase navegando sin horizonte por la red, dígase vagando sin rumbo hacia el gran precipicio cuyo nombre es olvido.
Hablábamos del caos en los albores de la creación y hablamos, ahora, de caos en los aposentos de mi sesera, de un tiránico reinado que provocó la autarquía y el monopolio sobre mi cadena de neuronas, paralizando la producción de ideas. Diversas ocupaciones han centrado mi atención todos estos días; sin embargo, aquel melancólico capitán añoraba a aquel su preciado navío al que había dejado vagar por el limbo de los justos.
Pero he ahí que encontré dentro de esa oscuridad reinante un pequeño lucero que me permitió ver, de nuevo, pequeñas estrellas en el horizonte que ponen ahora fin a la dictadura de esa oscuridad en mis ideas.
Ha sido el más hermoso de todos los luceros, la Estrella de los Mares, quien ha permitido, con su belleza cargada de la luz del alba, que mis ojos se enfoquen con nitidez poniendo fin a esta desesperante miopía. Me refiero a María, a la Virgen María, ante quien solo cabe rendirse preso de la admiración o escapar como un cobarde cosaco.
Y es que, hace días lo que unos llaman destino y lo que yo llamo Providencia, me ha conducido a pisar la tierra de un pequeñito rincón del planeta sobre el que se posaron los incrédulos piececitos de tres jóvenes pastorcillos que con sus ojos pudieron contemplar a la madre de Dios en toda su belleza. Pequeño es el lugar que ocupa en la tierra, pero grande es, sin embargo, la extensión de la que es dueña en los corazones de muchos. Fátima se llama aquel sitio.
Entre aquellos verdes jardines que para mi se tornaron, por momentos, las vivas expresiones del Edén, sobre las cuales brillaban blancas flores como si de preciado maná se tratase, hallé, en aquellos instantes, una confortable sensación en la que confluía la detención del tiempo y una paz que se filtraba desde el ambiente por los poros de mi piel.
Daría mis más preciados tesoros por poder condensar aquella mágica sensación como en una instantánea donde quedase impreso en mi alma aquel gran don que Dios me ha regalado.
Pero, no anduve solo en este camino interior; al contrario, muchos viandantes compartieron mi caminar sirviéndome de bastón de apoyo en los momentos de cojera. En mi retina quedaron grabadas con el fuego del cariño las más notables características de aquellos caminantes que compartían parte de mi destino: el inagotable destello de una omnipresente sonrisa, el oído atento de un buen consejero, la palabra amable de un servidor del Amor, la bondad oculta tras una máscara de irritación, los designios de Dios simbolizados en una entrega, la ternura de un amigo que me tendió su mano para convertirse en un hermano y los ojos azules en los cuales vi reflejado el azul del cielo; lógico es pensar que esta última no es característica a destacar, y cierto es que no estaría incluida en estas líneas si no fuese porque este resplandor de las delicias celestes provenían del interior de aquel menudo cuerpo donde el Señor decidió establecer su morada.
Y así pueda quedar todo en mi retina por años incontables.
¡Por Ti, mi Reina, la sangre dar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

SEGUIDORES